Describir mi llegada a la República Cooperativa de Guyana es, de algún modo, algo ilógico. Mientras la gran mayoría de connacionales se encuentran haciendo maletas para emigrar a Colombia y Brasil, yo me decidí por hacer una ruta poco convencional por nuestro otro vecino, Guyana. Sin importar problemas políticos, económicos ni limítrofes, solo motivado por la curiosidad de encontrarme con el panorama de este país tan desconocido para nosotros los venezolanos.
Comencé viajando en autobús desde mi natal San Cristóbal hasta la ciudad de La Fría (Táchira); desde ahí vía aérea hasta Puerto La Cruz (Anzoátegui) y desde ahí por tierra hasta Tucupita y por lancha hasta el pueblo de Curiapo (Delta Amacuro). Desde allí, en la sobriedad y clandestinidad que brinda la noche pasé en una canoa que contrabandea gasolina hasta la ciudad de Mabaruma, actual capital del Distrito Barima-Waini.
Como en todo pueblo lejano de la civilización, es una localidad donde la mejor ley la brinda el dinero, el contrabando y la minería ilegal. Abunda la corrupción policial y por ser un lugar tan pequeño es rápidamente notoria la presencia de un extranjero prestándose esta eventualidad para cobrar algo de dinero por cualquier cosa. Aquí, al igual que en Cúcuta (Colombia) se tiene al venezolano con el concepto de mendigo y es un tanto chocante encontrarse con la xenofobia en un lugar donde no existe nada...
La población local está fuertemente influenciada por diversas sectas religiosas que hacen vida en todo el país; además, pese a ser una ciudad pequeña, cuenta con una amplia diversidad poblacional conviviendo hindúes, arawacos, descendientes de ingleses y negros en un todo.
La vida aquí gira en torno al inmenso río Barima. Intimidante a cualquier hora del día y más cuando llueve, como me tocó presenciarlo por unas horas.
Resalto que aquí no hay electricidad en ningún hotel sino desde las tres hasta las siete de la noche y ello merced a las plantas eléctricas provistas por el gobierno nacional. No existen cajeros electrónicos y circulan el dólar guyanés, el bolívar y el dólar americano.
Es poco lo que ha dominado el ingenio humano en estas tierras; sin embargo hay algo que si noté a simple vista y es que el guyanés es altamente positivo con respecto a su futuro como nación.
A decir verdad, aunque al principio hubo algo de hostilidad de parte de los funcionarios de migración del país, los agregados ingleses de diversas misiones se encargan de cambiar el rostro al visitante. Aquí les dejo unas tomas de la localidad.
Dejé Mabaruma para dirigirme a Port Koituma y luego regresaré al norte, a Morajuana. Espero descubrir una mayor diversidad en nuestro litigante vecino.